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marshall rosenberg

Introducción a la Comunicación No Violenta

Si queremos llegar a ese deseo mutuo de dar de todo corazón, hemos de enfocar la luz de la conciencia de modo que ilumine cuatro zonas, a las que vamos a referirnos como los cuatro componentes del modelo de la CNV.
En primer lugar observaremos lo que ocurre realmente en una situación dada, lo que dicen o hacen los demás: ¿sirve para enriquecer nuestra vida o no? El truco consiste en saber expresarlo claramente de modo que no incorpore ningún juicio ni evaluación, poder decir simplemente qué cosas nos gustan y cuáles no de las que hace la gente. Seguidamente investigaremos cómo nos sentimos una vez hecha esta observación. ¿Nos sentimos ofendidos, asustados, alegres, divertidos, irritados, etc.? Y en tercer lugar diremos cuáles de nuestras necesidades guardan relación con los sentimientos que hemos descubierto. Siempre que nos servimos de la CNV para expresar de forma clara y sincera cómo nos sentimos, está presente en nosotros la conciencia de estos tres componentes.
Por ejemplo, una madre puede manifestar esos tres aspectos del proceso diciéndole a su hijo adolescente: “Félix, me molesta ver dos calcetines sucios hechos una. bola debajo de la mesilla del café y otro al lado del televisor, simplemente porque me gusta que las habitaciones de la casa que compartimos entre todos estén ordenadas”.
Acto seguido, la madre abordará el componente número cuatro, que es una petición muy específica: “¿Quieres hacer el favor de recoger los calcetines y llevártelos a tu habitación o meterlos en la lavadora?”. El componente número cuatro se centra en lo que esperamos que haga la otra persona para enriquecer nuestra vida o la de los dos.
Así pues, una buena parte de la CNV consiste en expresar de manera muy clara, ya sea verbalmente o por otros medios, estas cuatro parcelas de información. El otro aspecto de la comunicación consiste en recibir de otras personas esas mismas cuatro parcelas. Conectamos con los demás percibiendo primero lo que ellos observan, sienten y necesitan, y descubriendo después qué enriquecerá su vida al escuchar la petición que nos formulan.
Cuando centramos nuestra atención en los aspectos citados y ayudamos a los demás a hacer lo mismo, establecemos una corriente de comunicación que discurre en los dos sentidos y se manifiesta de una manera natural: observo, siento y averiguo qué necesito; qué me hace falta para enriquecer mi vida; qué observa, siente y necesita la otra persona; qué le hace falta para enriquecer su vida…
La CNV se funda en las habilidades relativas al lenguaje y la comunicación, que refuerzan nuestra capacidad de seguir siendo humanos incluso en las condiciones más extremas. No se trata de nada nuevo: hace siglos que se conocen todos los elementos de la CNV El objetivo es que recordemos algo que ya sabemos -de qué modo se supone que los seres humanos debemos relacionarnos- y que vivamos de una manera que manifieste abiertamente este conocimiento.
La CNV nos brinda orientaciones que nos permitirán reestructurar nuestra forma de expresarnos y de escuchar a los demás. En lugar de obedecer a reacciones habituales y automáticas, nuestras palabras se convertirán en respuestas conscientes con una base firme en lo que percibimos, sentimos y deseamos. Nos sentiremos impulsados a expresarnos con sinceridad y claridad y a prestar una atención respetuosa y empática a los demás. En nuestro trato con otras personas, tendremos en cuenta tanto nuestras necesidades más profundas como las ajenas. La CNV nos enseña a observar cuidadosamente y detectar conductas y situaciones que nos afectan. Con ella aprendemos a identificar y expresar con claridad lo que esperamos en concreto de una situación dada. El método es simple, pero su poder de transformación es extraordinario.
Dado que la CNV apunta a sustituir nuestras antiguas pautas de defensa, evitación o ataque desencadenadas ante los juicios y las críticas de otras personas, nuestra actitud hará que nos veamos a nosotros y veamos a los demás bajo una nueva luz, y que percibamos desde otro ángulo nuestras intenciones y relaciones. Las reacciones de resistencia, defensa y violencia quedarán reducidas al mínimo, ya que cuando nos centramos en clarificar lo que observamos, sentimos y necesitamos, en lugar de dedicarnos a diagnosticar y juzgar, descubrimos cuán profunda es nuestra compasión. Dado que la CNV se centra principalmente en escuchar con atención -no sólo a los demás, sino también a nosotros mismos-, propicia el respeto y la empatía y engendra un deseo mutuo de darnos de todo corazón.
Aun cuando me refiero a la CNV como un “proceso de comunicación” o un “lenguaje de la compasión”, en realidad es bastante más que eso. A un nivel más profundo, es un recordatorio constante que mantiene nuestra atención centrada en un punto donde es probable que hallemos lo que buscamos.
Es conocida la anécdota de un hombre que estaba a gatas en el suelo buscando algo debajo de una farola. Un policía que pasaba por el lugar le preguntó qué hacía. “Estoy buscando las llaves del coche”, respondió el hombre, que estaba algo borracho. “¿Se le han caído aquí?”, siguió inquiriendo el agente. “No, se me han caído en el callejón”, fue la respuesta del hombre. Al ver la expresión de desconcierto del policía, se apresuró a explicar: “Pero aquí hay más luz”.
Me doy cuenta de que mi condicionamiento cultural me lleva a centrar la atención en lugares donde no es probable que encuentre lo que busco. He concebido la CNV, pues, para educar mi atención, para hacer resplandecer la luz de mi conciencia en aquellas zonas donde seguramente hallaré lo que ando buscando. Lo que busco en la vida es compasión, una corriente que fluya entre yo y los demás, basada en un mutuo dar de todo corazón.
La compasión a la que me refiero, y que defino como un “dar de todo corazón”, se encuentra plasmada en el siguiente poema, original de mi amiga Ruth Bebermeyer:
 
Jamás siento tanto que doy algo
como cuando lo recibes tú,
cuando comprendes la alegría que siento
al dártelo.
Sabes que si te lo doy
no es para que me lo debas,
sino porgue así vivo el amor
que siento por ti.
Recibir con gracia
quizá sea la mayor forma de dar.
No es posible separar
una cosa de otra.
Cuando tú me das algo,
yo te doy al recibirlo.
Cuando recibes algo de mí, siento que
soy yo quien se da.
Canción de Ruth Bebermeyer titulada “Given To”
[Darse], que forma parte del álbum Given To, de 1978.
Cuando damos algo de corazón, sentimos una alegría que nos sale de dentro, porque deseamos enriquecer la vida de la otra persona. Es algo que beneficia tanto al que da como al que recibe. Este último goza de lo que le ha sido dado sin inquietarse por las consecuencias que acompañan siempre a las cosas que se ofrecen por miedo, remordimiento, vergüenza o el deseo de obtener algo a cambio. El que da siente crecer su autoestima, una reacción que experimentamos al ver que nuestros esfuerzos contribuyen al bienestar de otra persona.
Llevar a la práctica la CNV no exige que las personas con las que nos comunicamos conozcan las particularidades de este proceso, ni siquiera que estén motivadas hasta el punto de querer establecer una relación con nosotros basada en la compasión. Si nos atenemos a los principios de la CNV, sólo con la motivación de dar y recibir de una manera compasiva, y hacemos todo cuanto esté en nuestra mano para que los demás entiendan que este es el único impulso que nos guía, se unirán a nosotros en el mismo proceso y acabaremos respondiéndonos mutuamente con compasión. No digo que esto pueda conseguirse en un momento, pero mantengo que la compasión surgirá de manera indefectible si nos atenemos fielmente a los principios y el proceso de la CNV.
Inviatmos a quienes les haya interesado el tema a Leer el Libro “Comunicación no violenta” de Marshall Rosenberg.

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