Elizabeth Kübler-Ross:

Las personas mas bellas.

 

«Las personas más bellas con las que me he encontrado son aquellas que han conocido la derrota, conocido el sufrimiento, conocido la lucha, conocido la perdida, y han encontrado su forma de salir de las profundidades. Estas  personas tienen una apreciación, una sensibilidad y una comprensión de la vida que los llena de compasión, humildad y una profunda inquietud amorosa. La gente bella no surge de la nada»

Elizabeth Kübler Ross no ganó el premio Nobel de la Paz, ni su muerte fue el encabezado de los informativos, sin embargo su trabajo, influencia y legado ha transformado nuestra sociedad.
Fue pionera en el movimiento de cuidados paliativos y del estudio de la muerte y fue una de las voces que desde el mundo científico defendió con más vehemencia la idea de que la consciencia sobrevive al fin del cuerpo físico.
Hay dos cosas que se hacen condenadamente mal en nuestro mundo: NACER y MORIR. En muchísimos casos sin conciencia, sin respeto, sin sinceridad, sin ningún sentido de trascendencia, totalmente medicalizado, en la soledad y frialdad de hospitales y no al calor de los seres queridos.
Del nacer nos ocuparemos otro día, hoy hablaremos del morir.
Porque en un mundo que vive de espaldas a la muerte, Elisabeth Kübler-Ross vino a descifrar, explicar y dignificar este tránsito.
“Morir es tan natural como nacer y crecer,
pero el materialismo de nuestra cultura ha convertido
este último acto de desarrollo en algo aterrador.”
Los datos para este documento los he extraído de estos 2 fantásticos libros que he leído de la autora: “La rueda de la vida” en el que narra su vida y su obra y “Una vida plena”: un libro breve que recoge sus magníficas enseñanzas en frases cortitas.
Os recomiendo ambas lecturas.

Elizabeth Kübler-Ross (EKR) nació en Zurich (Suiza) el 8 de julio de 1926 como una trilliza en una familia formada por un rígido padre, una amorosa y devota madre y un hermano mayor. Ella es dura con los recuerdos de sus primeros años en los que se les trataba como clones, sin atención a sus personalidades diferentes (misma ropa, mismos hábitos, etc.):

“Para mí era una pesadilla ser trilliza… Era una carga psíquica difícil de llevar. No sólo nací siendo una pizca de 900 gramos con pocas probabilidades de sobrevivir sino que además estuve toda la infancia tratando de saber quién soy. ..
Esas circunstancias fueron las que me dieron el aguante, la determinación y la energía para todo el trabajo que me aguardaba”

Con pocos años cogió neumonía y su experiencia fue una pésima introducción en la medicina hospitalaria: allí los médicos nunca le hablaron, le hacían pruebas dolorosas sin permiso, estaba en una habitación sin ventanas y con la luz del techo 24 horas y con una niña enferma (Suzy) que murió completamente sola. Nadie le explicó nada, ni a la niña ni a ella cuando preguntó dónde estaba su compañera. Era como si la muerte no existiese.
Luego entiendes que la labor de su vida fue precisamente evitar situaciones similares.

Elisabeth Küb1er-Ross supo desde muy joven que su misión era la de aliviar el sufrimiento humano y ese compromiso le llevó primero al cuidado de enfermos terminales y posteriormente a enfermos con sida.Por el contrario, le impresionó profundamente la muerte de un granjero amigo de sus padres quien desahuciado por el hospital, volvió a su casa a morir y tuvo tiempo para despedirse de todos sus familiares. Murió en una habitación llena de flores y mirando por la ventana sus árboles frutales.

“La dignidad, el amor y la paz que ví allí me dejaron una impresión imborrable…
Mentalmente comparé su muerte con la de Susy… El granjero había tenido lo que yo ahora llamo una BUENA MUERTE: falleció en su casa rodeado de amor, de respeto, dignidad y afecto”

Su infancia y juventud se destaca por una clara rebeldía, tenacidad, fuerza de voluntad y determinación para estudiar medicina a pesar de la oposición de su padre que tenía otros planes para ella (secretaria en su oficina).

“Según la idea de mis padres, yo tendría que haber sido una simpática y devota ama de casa suiza. Pero acabé siendo una tozuda psiquiatra, escritora y conferenciante del suroeste de EEUU que se comunica con los espíritus de un mundo que creo que es mucho más acogedor, amable y perfecto que el nuestro”

Se graduó como médica en la universidad de Zurich en el año 1957.
Siendo estudiante de medicina visitó algunos de los CAMPOS DE EXTERMINIO NAZI tras la guerra. Elisabeth se sorprendió de que en las paredes de los barracones de Maidanek donde los judíos esperaban su muerte inminente, los más pequeños (tan jóvenes que ni tan siquiera poseían creencias religiosas) habían dejado plasmados sus sentimientos con respecto a lo que les aguardaba. Y lo que más le impactó es que, de una manera natural e instintiva, aquellos niños consideraban la muerte no como un final, sino como un proceso de cambio, una mutación de estado.

Como carecían de conceptos para expresar tales sentimientos, aquellos niños lo plasmaron en dibujos de orugas que se transformaban en MARIPOSAS. Esos dibujos infantiles tocaron profundamente a la, quien a partir de entonces se dedicó en cuerpo y alma a crear una nueva cultura sobre la muerte.

El símbolo de la mariposa se convirtió en un emblema de su trabajo, porque para ella la muerte era un renacimiento a un estado de vida superior y esto es lo que demostró con su vida y obra

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